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Viajes a Marruecos

Marruecos, exotismo al alcance de la mano

Viajar a Marruecos es someterse a mil y una experiencias.

Tierra de sensaciones, cuyos sonidos, colores y fragancias no dejan sino una profunda impresión, Marruecos se encuentra inmerso en una sutil poesía que cautiva lenta pero irrevocablemente. Vital, seductor y apasionante, es un lugar donde las sombras se combinan con la luz del sol y los contrastes acentúan la rica diversidad de su esencia. En este país de luz, los colores reinan con supremacía: el blanco aquí se torna mas blanco, el azul mas azul, el rojo mas vivo y el ocre mas intenso.

 Tierra de horizontes, donde el mar, las dunas, el cielo y las montañas se extienden de manera interminable, Marruecos es además un lugar de contrastes. Aquí, las cumbres nevadas enmarcan al desierto, los fértiles valles se encuentran protegidos por formaciones rocosas y la belleza coexiste junto a la miseria.

Sin duda el singular carácter de Marruecos se debe a su localización, enclavado en un lugar donde confluyen dos mundos distintos: África y Europa; oriente y occidente; el islamismo y el cristianismo; el Atlántico y el Mediterráneo. Desde su costa norte, Gibraltar y Tarifa parecen tan cercanos que pensamos podrían tocarse con la mano.

Pero Marruecos es mas que su situación geográfica. Su gente constituye una parte vital de su encanto. En las ciudades antiguas, las tradiciones de una rica cultura perduran en la forma de vestir, la gastronomía, las costumbres, las fiestas y por supuesto en la forma de recibir a los visitantes. Los marroquíes conocidos por su hospitalidad y cordialidad, aun reciben a los extranjeros según los rituales de antemano.

Probablemente será el suelo de Tánger, el primero que pisen los visitantes que vengan a descubrir Marruecos y su primera impresión estará caracterizada por el olor a azufre que flota en el aire y la sensación de bochorno que lo acompaña.

Precisamente este es el ambiente que ha resultado ser tan irresistible para escritores y artistas. Henri Matisse, Tenessee Wiliams, Samuel Beckett, Orson Welles y la heredera Barbara Hutton añadieron un toque bohemio a esta extraordinaria ciudad. Desde 1932 hasta su incorporación a Marruecos en 1956, Tánger fue una zona internacional libre de impuestos, bajo el control de una comisión formada por 30 países. Desde las montañas que rodean a Tánger se divisa un magnifico espectáculo cuando el sol del atardecer se esconde tras el Océano Atlántico y una luna brillante asciende lentamente de las oscuras aguas del Mediterráneo. Así es la vista del Cabo Spartel, donde el Mediterráneo y el Atlántico se encuentran.

 Con las montañas teñidas de verde elevándose desde el azul del mar, la costa norte de Marruecos forma un escarpado pero bonito paisaje de bahías y calas. Extendiéndose hasta las montañas del Rif, al oeste, esta parte de Marruecos hecha por tierra la idea preconcebida de un país árido y desolado de quien lo visita por primera vez. Como si fuese un jardín del Edén, esta tierra fértil se tiñe de amarillo y naranja en primavera con el florecimiento de flores salvajes. Por su parte, la costa se seca en verano, la capital de la región de los Montes Rif, Tetuan, descansa en el fresco valle de Wadi Martil. La que fuera la bella capital del Marruecos español conserva una conexión tangible con Andalucía: balcones y ventanas enmarcadas con rejas de hierro, plazas sombreadas y patios con fuentes moras, yeserilla blanca y....el flamenco.

 Como un fata morgana (espejismo) que surge de la roca, la afamada ciudad roja de Marrakech constituye un oasis entre los permanentes campos de nieve de Djebel Toubhal (4,165m), el desierto del Sahara y la cordillera del Atlas. Los souks (zocos) de Marrakech están inundados de movimiento, color y aromas en un enjambre de actividad, donde se vende de todo: desde lana, seda, piel, cobre para joyería, especias, productos de alimentación y alfarería.

Todo lo exponen con orgullo pero sin un precio concreto. No seria posible porque ningún precio es fijo: se trata de una economía estrictamente de regateo. El corazón de esta histórica ciudad esta compuesto por la expansiva plaza de Djemaa-El-Ena, que vibra día y noche: durante el día con las llamadas y regateos de los comerciantes del mercado, y por la noche transformándose en un centro cultural al estilo marroquí con acróbatas, cuenta-cuentos, encantadores de serpientes, bailarines, músico y jugadores que empujan por conseguir un lugar en la abarrotada plaza.

En Ouarzazate, apenas a 200km de Marrakech, pero en un mundo diferente, nos encontramos en el umbral del imponente Sahara. El cercano Taourirt es uno de los mas impresionantes de su genero en Marruecos. Sus apelotonadas casas y sus majestuosas torres, realizadas con una mezcla de cal y arena, se funden de forma apenas perceptible en el paisaje rojo y ocre circundante. Dondequiera que vayamos en Marruecos, ya sea por la ciudad o por el campo, no podemos evitar que nos inunde un torrente de experiencias e imágenes únicas de esta parte del mundo. La rica cultura del país tiene base islámica pero con un toque de diversas tradiciones tanto europeas como africanas. En definitiva, viajar por Marruecos es experimentar un viaje de sensaciones.

Desde Tarifa, se pueden realizar una gran variedad de excursiones diferentes para descubrir el exotismo de Marruecos por uno mismo.

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